Stage Fright fue finalmente el título
elegido por The Band para poner mombre a su tercera colección de canciones de
estudio. Un título certero, sin duda y no porque el ‘miedo escénico’ fuese un
elemento sustancialmente preocupante para una banda curtida en tablas; sino
porque simbolizaba exactamente el estado de cosas que la banda vivía tras la
publicación de su segundo trabajo, The
Band. La cuestión era enfatizar sobre ello, describir someramente -como lo
hace de hecho el tema homónimo del álbum- los
sentimientos que afloran en un chico modesto que se coloca ante los focos.
La
situación era bien diferente a cuando por primera vez se habían encerrado en el
sótano de The Big Pink para enfrentarse a la composición de nuevos temas;
ahora, el éxito estaba desplegando sus primeros efectos colaterales: el temor
individual hacia los egos ajenos y la manera en que individualmente afectaba el
reconocimiento en la relación interpersonal en el grupo. De hecho ya había
empezado a hacer sus pequeños estragos; Helm, Manuel y Danko habían entrado en
la espiral del consumo de drogas y a nivel compositivo el individualismo estaba
haciendo mella a en la disciplina de la banda, focalizado en la controversia
entre Robertson/Manuel por el protagonismo individual.
Tras
el éxito abrumador del festival de Woodstock, The Band querían congratularse
con la pequeña localidad que había adquirido eternamente una significación
especial para el rock and roll y que les había visto nacer como banda. La mejor
forma de hacerlo era grabar el nuevo material sobre el escenario del pequeño
teatro local -The Woodstock Playhouse- ante una pequeña audiencia y, aunque el
álbum se terminaría registrando en directo en dicho recinto, finalmente fue descartada
la presencia de publico por el temor local de que el evento desatara una
hecatombe de público, de características proporcionales a la producida por el
festival celebrado el año anterior.
Stage Fright vería finalmente la luz en
julio de 1970, en su mayor parte con el enfoque personal de un productor muy
del momento, Glynn Johns; conservándose las mezclas realizadas para The Rumor y All La Glory, por Todd Rundgren, quien había sido elegido como
productor en primera instancia por Robbie Robertson y con quién habían surgido
diferencias sustanciales en el enfoque de los temas.
Pese
a la contraposición implícita de sensaciones en Stage Fright, nada tiene que envidiar
a sus predecesores, aunque se evidencie una perdida del aroma rural en los
temas, fundamentalmente lírica. Abre a ritmo de rhythm’ blues, con aroma
orleanniano y sabor de zydeco con Strawberry
Wine; invita a la armonía y la paz interior en los medios tiempos con Sleeping; cautiva la frescura, con el
honky tonk de los pianos y el rugido de guitarras, en Time To Kill mientras desgrana paso a paso el ideario hippie e
ilustra sobre la repercusión de la fama en los lazos afectivos en la hilarante Stage Fright, en la que Robbie Robertson
desnuda abiertamente sus dudas y temores.
Stage Fright abre el abanico temático de
The Band para ahondar argumentalmente en las relaciones entre personas,
perseverando en su línea musical, esa de la que forman parte las estampas típicas
de la cultura popular norteamericana.
3 comentarios :
Este tercer disco, cuya gestación has relatado tan bien, pierde como dices tono campestre y gana en solidez, pero mantiene la calidad en las composiciones, a partir de aquí todo cambiará y sin dejar de ser una banda indiscutible se observará una vida como tal un poco a la deriva.
Un abrazo.
La categoría de vanguardia fabricada con materiales pretéritos que tenían los dos primeros discos mengua en "Stage Fright", pero como las canciones que contiene son maravillosas tampoco importa mucho. O eso es lo que pienso.
Un abrazo, Aurelio.
Donde más se evidenciará eso, Addi, sin duda es en Moondog Matinee; pero eso es otra historia...
Que hay un salto cualitativo importante de The Band a Stage Fright, Gonzalo, pero hay temas fantásticos en él, como el propio Stage Fright o Time To Kill.
Un abrazo a los dos, amigos.
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