Vivir
con el presente nos hace olvidar lo que ha evolucionado la técnica en los
últimos años. A mediados de los 50 el método de grabación más extendido era la
cinta de ferrita, las grabadoras multipista -inventadas y patentadas en los
primeros años de la década- se iban imponiendo progresivamente de estudio en
estudio como herramienta para perpetuar en el tiempo el fruto de una noche de
inspiración. Este invento fue un revulsivo importante para la
industria discográfica y sirvió para hacer una metamorfosis del proceso de
grabación de un álbum; aunque en el mundo del jazz se continuase cumpliendo con
la tradición de capturar la espontaneidad del momento, la tensión que fluye en
el ambiente mientras los instrumentistas interactúan entre sí.
Desvincular
la espontaneidad del libre albedrio es importante cuando hablamos de un género
en el que la libertad de los interpretes esta pactada –el tono, la progresión,
la melodía principal o la secundaria e incluso las variaciones modales han sido
fijadas previamente- pero lo que hace irrepetible a Moanin’ -al jazz en general, también- es la forma
en que los distintos instrumentos fluyen a través del tempo.
En Moanin’ son fundamentales las
aportaciones a nivel compositivo de Bobby Timmons –piano- y Benny Golson
–saxo-, que nutren al álbum de un repertorio rico en deliciosos standars; pero
también la capacidad de Art Blakey para reclutar a un cuarteto de músicos tan
brillante, en cuya formación musical previa -con la excepción de Jymie Merritt quien
procedía del mundo del rhythm’ blues- tienen tanto que ver grandes nombres del
jazz, como los de Duke Ellington, Dizzy Gillespie o John Coltrane.
La
pulcritud, la precisión, la cohesión del quinteto se evidencia en cada tema, en
cada pasaje, tanto en las melodías principales como en las improvisaciones. Moanin’, el tema que abre el álbum, es
el paradigma del funk; los vientos dan cumplida respuesta a la ‘pregunta’ que
Bobby Timmons planteada desde el piano mientras discurren a través del patrón
rítmico oportunamente tejido por Blakey y Merritt;
los instrumentos se dan el
relevo sin titubeo en Are You Real?,
saxo, trompeta, piano, batería y contrabajo se suceden cumpliendo con el patrón
preestablecido. The Drum Suite es la pieza confeccionada a medida para lucimiento
de Blackey y en la que brillan sobremanera las dotes de Lee Morgan a la
trompeta, uno de los muchos tesoros contenidos en álbum como éste; mientras Blues March rinde tributo, con sus particularidades
rítmicas, a las bandas de música de Nueva Orleans.
Moanin’ es un álbum especial, un disco
de dulce buqué que anima e invita a
saborear, a profundizar y degustar otra botella
más de esa rica reserva musical que es el jazz.
4 comentarios :
El hard bop más exquisito, aunque tenga Art Blakey otros discos que no le van a la zaga.
Un abrazo, Aurelio.
Gracias por reivindicar esta suprema joya de la música. He gozado hasta las lágrimas escuchando una vez más este maravilloso "Moanin´".
Saludos,
JdG
No viene nada mal escuchar Jazz de esta envergadura.
Resalto la labor de Boby Timmons en estos Mensajeros. Da gusto oírle, la precisión con la que toca.
Fantastico álbum chicos, disfrutable desde arriba hasta abajo... Tan básico para el jazz como el Sticky Fingers de los Stones para el rock.
Un abrazo amigos y gracias por opinar.
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