Wayne
Shorter es un músico obsesivo con la perfección que trabaja a fondo sus
composiciones construyendo melodías sobre complejas progresiones modales. Dicho
tal cual, quizás esta cuestión pueda actuar como un obstáculo a la hora de
enfrentarse a un disco de jazz como éste, plenamente indicado para romper con
la rutina y despedirse por un momento
de los esquemas tradicionales establecidos para un género como el rock and roll,
por ejemplo.
Encuadrado
dentro del post-bop –un subgénero musical popularizado a partir de mediados los
sesenta por un grupo de músicos atraídos por la libre experimentación que
tenían entre sus referencias fundamentales a John Coltrane-, Shorter se formó
como saxofonista como parte integrante del núcleo de los Jazz Messengers de Art
Blackey y del segundo quinteto de Miles Davis, siguiendo los dictados de su
propia filosofía y visión peculiar de la música, en la que la idea fundamental
es que el progreso individual en la disciplina musical se consigue a través del
propio trabajo pero también de la interacción con otros músicos más
experimentados; lo que le llevó desde el principio de su carrera a prodigarse
entre combos clásicos como los de Horace Silver, el ya mencionado, de Art
Blackey y junto a saxofonistas como Sonny Rollins o el propio Coltrane.
En
Schizophrenia se une al núcleo rítmico del segundo quinteto de Miles Davis, el
bajista Ron Carter y el pianista Herbie Hancock, quienes ponen el contrapunto
perfecto para que Shorter, fundamentalmente, junto a James Spaulding –saxo y
flauta- y Curtis Fuller –trombon-, se
explaye extensamente en un amalgama de multicoloristas improvisaciones que se
resisten a las etiquetas, en las que los esquemas del blues con cierto regusto
funk también están presentes. Thom Thumb
se me antoja como la pieza fundamental, la encargada de abrir un universo
muchas veces por descubrir –el del jazz- y ponerte en situación para degustar
una avalancha de sensaciones. Go se
desenvuelve con una melodía principal que invita al relax y que propicia el
viaje de los distintos instrumentos hasta los límites del free jazz; abriendo
la puerta a un mundo de contrastes en los que se convierte la homónima, Schizophrenia, encaja esquemáticamente a
la perfección con la siguiente pieza, Kryptonite,
la única composición ajena y atribuida al propio Spaulding, quién se suma en un
continuo interplay de escalas en la flauta con el tenor de Shorter.
Un
disco fascinante, magnético y enriquecedor; una de esas obras destinadas a hacerte saborear el placer de
penetrar a fondo en el universo del jazz.
4 comentarios :
Sin llegar a la altura de lo que hacía con Davis a la sazón —obras maestras como "E.S.P." o "Miles Smiles" salen de aquel quinteto mágico—, realmente espléndido el trabajo de Shorter en "Schizophrenia".
Un abrazo, Aurelio.
Este genero me es ajeno, llevo años queriendo profundizar en él y no termino de hacerlo, me siento ignorante con respecto a él, coño porque lo soy.
Un abrazo. (al menos se que tengo amigos de los que tirar para consejos y recomendaciones).
Le tengo gran aprecio a Shorter desde que me metí a fondo con Weather Report y después, descubriéndole en otras colaboraciones con Miles, Blakey y en trabajos suyos propios (el maravilloso "Speak No Evil") Un artista fundamental para entender y gozar en toda su amplitud el jazz contemporáneo. Excelente entrada.
Saludos,
JdG
Disco fantástico dónde los haya amigos, al que le estoy dando muchas vueltas últimamente, tanto a nivel de escucha como a nivel didáctico... Me encanta el rock, como sabéis, pero el Jazz es fantástico para explorarlo cuando intentas aprender y perfeccionar en un instrumento.
Gracias por pasaros por aquí, un abrazo y buen fin de semana largo.
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