Como
coleccionista de discos, algunas veces ocurre que, ojeando el estante de una
tienda de música (de las pocas que quedan y se van salvado de la ‘extinción’ gracias
a la visita de cuatro románticos) acabas, con fines
completistas, adquiriendo el álbum de una banda de la que ya reposan en tus
estanterías la mayor parte de su repertorio discográfico, ignorando en
numerosas ocasiones que lo que estas adquiriendo es un diamante en bruto, un
trozo de carbono que no fue pulido lo suficiente para que brillase en todo su esplendor
o que fue extraído en una época nada proclive a que luciese en toda su
intensidad; caso en el que creo que se encuentra el álbum que hoy quiero
reseñar.
Entre
las últimas luces de la década de los sesenta y el amanecer de los setenta, los
Muscle Shoals se habían convertido en uno de los epicentros musicales de los
Estados Unidos. El Muscle Shoals Sound Studio había surgido de la escisión de
la factoría de melodías que hasta la fecha había venido siendo la Florence Alabama
Music Enterprises (F.A.M.E. Recordings). Atlántic Records se había establecido
en la zona aprovechando las facilidades que proporcionaba la disponibilidad de
estudios de grabación y músicos de sesión, y bajo la ‘batuta’ de Jerry Wexler, estaba
llevando a cabo la producción discográfica de diversos artistas de color del
tallaje de Wilson Pickett, King Curtis o Aretha Franklin. Albama, uno de los
estados de la unión, junto a sus vecinos sureños Louisiana, Mississippi o
Georgia, habitualmente vilipendiado por las catástrofes naturales o la sinrazón
humana; se había convertido en un ir y venir constante de bandas de renombre
cuyo objetivo fundamental era dejar la marca de los Shoals en el sonido de su
música…
… En
1973, tres años apenas de la muerte por sobredosis de Alan Wilson, Canned Heat
había introducido novedades en su formación, con la incorporación de Richard
Hite, hermano menor del ‘Oso’, al bajo y James Shane a la guitarra rítmica y
voz. El contrato discográfico con Liberty Records había expirado tras la
publicación de New Age y la banda
había fichado para el sello de Amhet
Etergun, Atlantic Records, quién les había propuesto trasladarse hasta
Sheffield para, bajo los auspicios de Barry Beckett y Roger Hawkins, grabar su
siguiente trabajo, One More River To
Cross.
El
resultado es un álbum empañado de principio a fin por el sonido de los Shoals,
en el que el típico estilo boogie rock que reside en la producción discográfica
de los Heat queda difuminado por el
soul y el rock and roll arquetípico a cuyos clásicos rinde tributo
vehementemente One More River To Cross;
en el que una magnifica sección de viento compuesta por saxos, trombón y
trompeta soporta un peso preminente dentro de su hilo musical argumental.
Guiños
al swamp soul en L.A. Town y al
southern rock, entre gemidos de slide, en I
Need Someone, al soul, en la
dinámica One More River To Cross, y
reminiscencias de boogie rock en el rock and roll marca Leiber/Stoller I´m Hog For You Babe y en la declaración
de principios, significativamente, denominada Bagful of Boogie; rock and roll puro en la versión del clásico de
Big Joe Turner Shake, Rattle and Roll
y apoteosis final en el medley homenaje
a Fats Domino titulado We Remember Fats.
Un
disco que, pese a no estar entre lo más trillado del trabajo discográfico de Canned
Heat, deja un regusto tan especial en su escucha que empuja a su recuperación,
tanto o más que lo hacen otras piezas básicas de su producción discográfica como
Hallelujah, Future Blues o Canned Heat.
Para seguir disfrutándolo una y mil veces...
Para seguir disfrutándolo una y mil veces...
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