A la espera de tener Americana, el último trabajo de Neil
Young con Crazy Horse, entre mis manos para poder disfrutar de la música que
contiene y poder hacer valoraciones con conocimiento de causa, tras su
reposada escucha y con las limitaciones en la objetividad que impone ser
admirador casí hasta los tuétanos (aunque ya le di unas cuantas escuchas
al streaming que se ofrece en esta página, y me quedé colgado del Oh, Susanah!...), estos días estoy dándole
vueltas indefinidas en el reproductor a mi última adquisición discográfica del
músico canadiense, que fue rescatada de los ‘baules’ en el año 2008 para
deleite de coleccionistas y amantes de su discografía, entre los que me
encuentro; a la que me había resistido hasta el momento por cuestiones de prioridad:
Live At Canterbury House.
Por si alguien no se acercó hasta este álbum hasta el día de
hoy, se trata de una grabación realizada en el Canterbury House (diócesis y
universidad episcopaliana) de Michigan, sede habitual de conciertos por ende
los tiempos, incluidos los actuales; entre los días 9 y 10 de Noviembre de
1968, en los que Neil Young, en iguales circunstancias que Bob Dylan en fechas cercanas
a éstas; se presentó con guitarra y voz ante un auditorio reducido, con un
repertorio de canciones procedente de sus trabajos publicados con Buffalo
Springfield, Buffalo Springfield Again y
Last Time Around y su primer álbum en solitario –Neil Young- (todavía en
proyecto en aquellas fechas).
La música que contiene en su interior lo convierte en un álbum
intimista, un tanto más que el directo At Massey Hall 1971, quizás fruto de la exigüidad de la audiencia
y/o de la proximidad entre el escenario y público; en el que suenan temas de la
época más dorada de Young, como Out of My Mind, Birds, The Old Laughing Lady,
interpretados a voz y guitarra; cuyo atractivo añadido es la
espontaneidad con la que la música fluye en un ambiente distendido, dónde la
interpretación deja lugar, entre tema y tema, para hacer una abundante
introducción del siguiente o para la narración de una graciosa anécdota. Además
de los mencionados, suenan otros clásicos como Sugar Mountain, On The Way Home,
The Loner, en versión acústica (que te sabrá a nueva si estas acostumbrado a
escuchar otras versiones con Crazy Horse como la del Live Rust) o Broken Arrow, completando este coctel de fantásticas canciones y sensaciones.
Sabroso para quienes gusten rebuscar y recrearse en el
universo sonoro de Neil Young y, seguro que, pausado y delicioso para quienes
gusten disfrutar de la relajación que produce la voz melodiosa e hipnótica del
músico de Winnipeg.
2 comentarios :
Un disco excepcional, a mi, me gusta mas el Live at Massey Hall, pero por poco, muy poco. Por opinar...
Saludos.
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Madison
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