A
muchos les hubiese gustado pillar la fórmula mágica a la que, con alquimia de géneros, llegaron
Alan Lancaster y Francis Rossi, casi desde sus orígenes. Aunque la cosa comenzó
con un rock and roll de emulsiones un tanto rancias, fue evolucionando hasta llegar
a la mezcla perfecta: el esquema del blues tradicional de doce compases,
acelerado a un tempo medio de 120 pm, adornado con melodías pentatónicas y
decorado con bonitas armonías.
Personalmente,
opino que hasta la incorporación de Rick Parfitt para doblar en las guitarras,
no se consolido ese riff mágico y peculiar, que se ha convertido en la marca de la casa Status Quo, y que tan
buenos resultados les ha dado a través del tiempo; aunque, también
personalmente, prefiero obviar ese tiempo
en los que Lancaster salió de escena y la música de la banda se convirtió en
pasto de la radio-fórmula y de los mass media.
Pero
volviendo al pasado de los Quo y en definitiva a lo que más nos interesa –o por
lo menos a lo que más me interesa a mi-
hoy tocó hacer retrospectiva y recuperar un álbum que, quizás, quedó
eclipsado por la sorpresa de sus predecesores Piledriver y Hello! y por
la calidad incipiente del subsiguiente On
the Level, y que es compendio de un conjunto de temas que desprende rock
and roll llano cuyas únicas pretensiones son hacernos disfrutar de 37 minutos
-40 si le sumamos el extra Lonely Night
de la reedición que Mercury hizo en 2005- de música impregnada a partes iguales
de euforia y optimismo: Quo.
Aunque
las vacaciones sean para algunos agua un tanto pasada, para otros finen en
breve y ante las perfectivas de la calma pausada de la rutina diaria, el
momento invita a hacer un viaje en el tiempo de 1974 para paladear los riffs
eléctricos de temas como Break The Rules –que
originalmente pasó a la cara B del single promocional editado para España por
Mercury junto a Just Take Me quizás
tratando de evitar la tijera del censor de una dictadura que daba sus últimos
estertores-, de momentos potentes en Blackwater
dónde las telecaster se complementan
si titubeos, con el interplay brillante entre Rossi y Parfitt en Don’t Think It Matters o con las armonías nada pretenciosas de Fine Fine Fine.
Aunque
haya quien pueda opinar que Quo es un álbum un tanto falto de sustancia para el
rockero sesudo y aunque la realidad evidencia que éste no es un trabajo conceptual
en el que se encuentran grandes suites,
lo cierto es que el disfrute está garantizado desde el arranque, desde el
primer sorbo, como si estuviésemos ante una taza de café cuyo aroma tiene un
buqué de cuarenta años.
Desde
aquí os invito a disfrutar de una taza de este fantástico euforizante. Feliz
fin de semana.
2 comentarios :
Ojo con los primeros discos de Status Quo! Mucha gente tiene una imagen distorsionada de este grupazo porque los asocian a las típicas canciones que todo el mundo conoce. Más allá de los hits comerciales, los Quo tienen un hueco en el Olimpo de los grandes, y aun se mantienen con mucha dignidad. No todos pueden decir lo mismo. Por cierto, buenisimo este disco, de esos tapados que con el tiempo se disfrutan mucho más.
Saludos!!
Estoy completamente de acuerdo con que los primeros discos de Status Quo tienen un gran potencial, la evolución del sonido es paulatina y notoria desde los primeros trabajos hasta discos como Quo, por ejemplo. Me gustan y les respeto por trabajos como éste y similares, que nada tienen que ver con los últimos álbumes.
Un abrazo.
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