mayo 12, 2014

Boo Boo Davis. La Cueva del Jazz en Vivo. Mayo de 2014.

Pese a estar separados por más de 4.500 millas de distancia, esta noche han confluido los cauces del Duero y del Mississippi en esta pequeña localidad de provincias. El fenómeno que ha provocado tal catarsis geográfica no tiene carácter sísmico sino humano; ha sido un tipo bajito, que hace setenta tacos vio sus primeras luces en una pequeña localidad -casi tanto como ésta- situada a mitad de camino y en línea recta entre Memphis y Baton Rouge, llamada Drew; allá en el sur profundo de los campos de algodón. 

Exorcizando los demonios de la noche, invocados con el blues pantanoso del Delta, los primeros acordes hicieron resonar inconscientemente en mi memoria los nombres de dos grandes armonicistas de color -Sonny Boy Williamson y Howlin’ Wolf- no solo por la influencia sugerente de la música que salía de la harmónica en la que Boo Boo Davis soplaba, sino por el sonido de las jaculatorias en su voz, a medio camino entre el registro vocal de ambos. 

La noche prometía blues típicamente sureño matizado por los elementos sonoros un tanto eclécticos que Boo Boo Davis introduce en su música –que en ocasiones hacen recordar a otro bluesman más conocido por la trama conceptual de su música que por su faceta como tal, Don Vliet- y aunque los slides gimiesen menos de lo que se puede esperar en el blues de esta naturaleza, el feeling, la vibración fueron constantes e intensas durante los más de 90 minutos de bolo. 

Junto a Jan Mittendorp, a la guitarra, y John Gerritse, a la batería, Boo Boo, atacó fundamentalmente los temas contenidos en su último álbum What Kind of Shit is This? (2014) –de cuya presentación, junto con otras tres fechas en tierras patrias, hemos sido testigos de excepción-, aunque también se pusieron en liza alguno de los temas de sus anteriores trabajos de estudio, con la presencia intercalada de algún clásico del género, como el Dust My Broom de Elmore James

Derrochando simpatía y agradecimientos al señor, Davis hizo gala a partes alícuotas de su registro vocal y de sus dotes para soplar la armónica, haciendo un blues lleno de connotaciones humanas y alusiones divinas, con el que supo transmitir su propio entusiasmo, encandilando el ambiente con la magia de la música, a la que sucumbimos palmeando febriles sin poder dejar de bailar.

Una noche fantástica que desembocó finalmente en una velada musical estimulante, emocionante y divertida en la que James (Boo Boo) Davis hizo gala tanto de su casta como de su propia leyenda de bluesman, y de la que disfrutamos gracias a la apuesta continua por la música en vivo de la gente de la Cueva del Jazz; quienes durante treinta años llevan haciendo posible que podamos deleitarnos con el sabor del directo los jueves, viernes y sábados de cada semana.

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